Saturday, May 16, 2009

Se Renta...

La casa tiene una ventanita donde la Maga, que ya pintó de nuevo mis paredes, seguramente colocará una maceta.
Tiene una sala con techo de cuatro metros de altura donde nos sentamos a esperar que los técnicos del cable, del internet, de la tranquilidad y de la vida zen, vengan a hacer las respectivas instalaciones.
Tiene una columna en el patio al salir de la sala, de donde se amarra el hilo imaginario para que, como papalotes, no se escapen el sol y la luna -menguante y creciente y llena-. Es una columna donde se sostiene también la noche la lluvia y donde el aire y calor de verano ya comienzan a hacer sus cambios, y donde además de papalotes también sostendrá, al menos, dos hamacas.
Y tiene un pasillo donde la Maga (ninguna referencia a Rayuela) y yo hemos visto desfilar hormigas. Ella se pone en cuclillas como niña chiquita, haciendo sombra con su cabello revuelto; asusta a las hormigas y a veces pienso que tomará una y se la llevará a la boca. (Y cuando hace eso veo que incluso sin hormigas es gigante... aunque esté chaparrita).
Al final del pasillo hay un biombo que como la casa, conseguimos en una ganga. Es una coladera de luz, madera carcomida por polillas (me gusta más cómo se llaman en inglés: moth... moth... moth... moth). Y la cocina naranja. Y un patio más pequeño que la Maga también llenará de plantas cuando nunca me habían gustado las plantas hasta ahora que las imagino ahí, albergando hormigas.
Está su baño su habitación.
Y se cuela un poco de humedad pero no se cuelan interferencias: hasta ahora se han escuchado claramente las voces de los visitantes y éstas han concordado con las miradas limpias. Esperemos nunca tener visitantes con antenas mal puestas o señales mal definidas.
Ya pintamos de blanco como manicomio. Y azul parte de la sala y verde parte del patio. Y ya se cuelan olores: cerveza carne asada cebolla noche de verano vino relámpago panqueques libros bicis estacionadas... domingos... sus pies en el sol (tengo la teoría de que el olor de sus pies es el que hace girar a todo el barrio, como el olor de la masa gira a una panadería)...
Afuera en la calle (que tiene el nombre de un periódico en el que trabajé) hay una cascada de ruidos: los del barrio de Santa Tere. Mi nuevo barrio, sí señor. Barrio tradicional donde en pocas cuadras se concentran neverías de garrafa, paleterías, birrierias, carnes en su jugo servidas con récord guiness, mariscos, mercerías, torterías (acá les dicen loncherías), cenadurías, tacos, tlapalerías, ferreterías, casas de antigüedades (como donde conseguimos el biombo), sastrerías, bolerías (local para bolear zapatos), tiendas de pintura, el tradicional tianguis de ropa de Santa Tere, y hasta un colectivo donde payasos, gimnastas y malabaristas ensayan y presentan talleres, funciones o cursos; aunque para payasear o ver payasos diciendo payasadas, también está la tradicional iglesia que da el nombre al barrio.
Hace tiempo que ya no comparo barrios ni lugares de esta ciudad con barrios o lugares del Defe. Menos ahora con un paisaje que nunca había tenido tanto argumento: este barrio único, este barrio de Santa Tere, sí señor, que me hace colgar aquí dos palabras que en el fondo concentran y cierran con un año y casi dos meses de mi historia personal: Se Renta.